Independiente 6k4m3n
2025
Experimental
69
ORÉGANO Y AMAPOLAS
Hace treinta años,
en los primeros días
cálidos de abril,
íbamos al campo
a respirar amapolas,
a sonreír a las nubes.
—¡Mira eso! —gritábamos—,
¡un perro a caballo!
Mientras los adultos
preparaban el almuerzo,
los niños jugábamos con una pelota,
y si terminaba entre las plantas,
la abuela gritaba dulcemente:
"No toques mis geranios nunca más",
decían sus labios,
"Pero ay de ti si dejas de hacerlo",
susurraban sus ojos.
Recuerdo el olor del orégano
en el aceite bueno,
sobre tomates reales,
criaturas del agua
y de las caricias de los abuelos.
Entre un bocado, un escondite
y el primer helado
—avellana y chocolate,
en vasos de medio litro—
el día se perdía
en el pecho tibio de la Vida.
El tiempo se agotaba.
El sol caía demasiado temprano.
Y en un instante,
nos encontrábamos en la bañera,
lavando la tierra de las rodillas,
calmando la picazón de los tobillos.
Después, agachado sobre la lavadora,
ganabas el sueño más dulce:
el padre de turno secándote el pelo,
sus manos peinando el perfume nuevo.
Era cobrar la recompensa,
que la Vida nos había prometido.